jueves, 30 de septiembre de 2010

Poética del cuerpo


Ráfagas de ilusiones,
cuerpos vacíos, lanzados al infinito de los signos,
desafiantes a la gravedad de los sueños.
Efra.


La Danza despierta la sensibilidad del mundo, es una boda entre un lugar y el cuerpo, integra el cuerpo al espacio, lo enlaza y lo devela y se lo adjudica como mecanismo de entrega, que utilizando su propia simbología adquirida, lo enviste para distintos roles e interpretaciones, hace de el cuerpo una lectura. En el escenario de la Danza se produce un laboratorio cultural donde las pasiones ordinarias develan su contingencia social, hay una separación de signos físicos que el público reconoce haciendo sentido, verdad. Su propia persona y el material de la creación consagran la plasticidad de sus roles, a la pluralidad afectiva que le otorga a la escena y a la atención del publico. Los interpretes son profesionales de la duplicidad, que es la facultad de desprenderse de los sentidos propios y de dar un cambio gracia al uso apropiado de signos que lo hacen merecedores de su trabajo y de su talento, dispersa en efecto, a los espectadores las marcas sociales de la emoción que el encarna provisoriamente, sin importar su real estado de ánimo. A esto se le llama “La paradoja del Comediante”, que consiste en este arte de manipular los signos, de hacer de su cuerpo una lectura inteligible, con el fin de mostrar los distintos sentimientos o emociones, ellos interpretan indiferentemente por ejemplo la felicidad, el dolor, la melancolía, etc. apoyándose de un repertorio social y cultural.

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